Entre los objetos de las investigaciones científicas que siempre han despertado el interés ardiente de los científicos se encuentra el propio hombre y, en particular, su mente. Los científicos prestaron atención a las diversas manifestaciones de ésta mucho antes de que comprendieran que ellas estaban relacionadas con el cerebro. A pesar de que el interés por las diversas manifestaciones de la actividad psíquica surgió en tiempos muy lejanos y tenía carácter constante, el desarrollo de las investigaciones relacionadas con la mente transcurrió con mucha lentitud. Hace tan sólo 100–150 años se hicieron los primeros descubrimientos fundamentales y se crearon los métodos de estudio del sistema nervioso central. No nos debe sorprender que el desarrollo de la ciencia sobre el cerebro haya sido lento. El cerebro es la forma superior de la materia organizada. En el planeta Tierra no hay nada más complejo. Además, en este caso surgió una situación singular: el cerebro debía investigarse a sí mismo. Ante los científicos aparecían constantemente problemas difíciles de resolver. A menudo las dificultades que se presentaban en el estudio del cerebro parecían absolutamente insuperables y los científicos se desanimaban. Así surgió el mito sobre la no cognoscibilidad de las funciones del cerebro humano, sobre la imposibilidad de comprender los mecanismos que controlan los procesos psíquicos. La Iglesia con gusto e insistencia apoya este mito. Al verse obligada a renunciar a los ingenuos intentos de destruir el darwinismo, frenar el desarrollo de la física y la ciencia sobre el cosmos, ella dirigió sus esfuerzos al descrédito de los intentos emprendidos por los científicos para adentrarse en los secretos de la actividad cerebral. La Iglesia siempre ha considerado el alma su patrimonio inalienable, atribuyéndole carácter divino y, por tanto, ha atacado cualquier intento de estudiar lo relacionado con ella. El libro que presentamos al lector está dedicado al estudio del cerebro. Nuestro objetivo es mostrar cómo la ciencia estudia este órgano; cómo, mediante el conocimiento de los más mínimos detalles de la estructura de la sustancia cerebral y la investigación de los procesos que transcurren a nivel molecular, se hace posible la comprensión de la actividad de la unidad estructural más pequeña del cerebro, la célula nerviosa. El camino que comienza aquí nos lleva a la comprensión de las bases fisiológicas de la actividad psíquica, nos permite investigar los mecanismos que regulan la actividad de las agrupaciones de neuronas y de regiones completas del cerebro y, por último, nos conduce al desciframiento de los procesos fisiológicos que garantizan la de las formas superiores de la actividad psíquica del cerebro humano. Es un hecho muy importante que este libro salga a la luz en nuestro país. Precisamente aquí, hace siglo y medio nació una nueva disciplina, la fisiología del cerebro, y se propusieron numerosos métodos para el estudio del sistema nervioso central. Fue aquí, en San Petersburgo–Petrogrado– Leningrado, donde trabajaron los máximos exponentes de las ciencias naturales de nuestra patria, científicos reconocidos mundialmente, como I.M.Séchenov, I.P.Pávlov, N.E.Vvedenski, A.A.Ujtomski, L.A.Orbeli, quienes contribuyeron en gran medida al estudio del cerebro y trazaron el camino por el que la ciencia mundial continuaría en el futuro. Precisamente aquí surgieron y continúan desarrollándose exitosamente nuestras primeras escuelas científicas de fisiología. El autor dedica este trabajo a los abnegados investigadores de las escuelas de fisiología de Leningrado. ![]() Doctor en Ciencias Biológicas, especialista en fisiología evolutiva, fisiología ecológica, fisiología del cerebro y etología animal. Durante sus muchos años de actividad en el mundo de la investigación, animales de los más diversos niveles de desarrollo han sido objeto de su estudio (desde actinias y cefalocordados, cangrejos, lampreas y tiburones, a varánidos, cocodrilos, delfines y monos antropomorfos). Asimismo, es importante resaltar que en su vida profesional el trabajo de laboratorio se ha alternado constantemente con las experiencias realizadas en sus numerosas expediciones a la naturaleza misma, y en especial al mar, cuna de la vida, bajo cuya superficie se esconde un mundo incomparablemente más rico que el terrestre. Los resultados de las investigaciones y descubrimientos científicos no deben ser patrimonio exclusivo de los científicos. Cada persona necesita conocer el mundo que lo rodea, saber más sobre sí mismo. Guiado por esta idea, B. F. Serguiéev escribió una serie de libros sobre la fisiología del cerebro y su evolución, sobre cómo este órgano «aprendió a pensar» y en qué se diferencia el cerebro humano del cerebro de los animales. Asimismo, dedicó otra serie de libros a la fisiología evolutiva, donde explica cómo los animales se adaptaron a las condiciones de vida más increíbles: a las tinieblas y al frío eterno de las profundidades marinas, bajo la presión colosal del agua, a las extensiones heladas de las zonas polares, al infierno ardiente y árido de los desiertos o a la atmósfera enrarecida de las cimas montañosas. |